Eterno Doctor Tangalanga

Roberto Fasano era fan del doctor. Lo buscaba por todos lados hasta que lo encontró por azar en una esquina. Se convirtió en su manager y estuvieron 17 años juntos; desde los 80 suyos hasta que falleció.

Todo empezó cuando su esposa le llevó un casete para copiar. Lo escuchó y le pasó como nos pasó a todos: se cagó de risa.

En el Parque Rivadavia comenzó a comprar y canjear material. Se hizo muy amigo de Alejandro, un muchacho que vendía esos casetes ( 123 había en total) en un puesto y vivía en Ramos Mejía . Así comenzó su propia colección.

Pero Tangalanga por esos entonces aun seguía escondido. Dicen que tenía miedo que alguien lo reconociera y lo quisiera fajar.

Hasta que el 27 de Febrero del año 1997,  yendo a buscar guardapolvos, divisa en Rivadavia y Maipú un grupo de gente y en el medio un señor pelado que caminaba despacito. Le viene a la mente la sospecha de que podría tratarse de él. Pero no había seguridad alguna; jamás lo había visto en su vida. Los sigue, y de pronto ve que el hombre se mete en un restaurante chino a pedir una tarjeta. Pero todo de lejos. Las dudas aun no se disipaban (solo sabía que era pelado). Hasta que cuando sale y se va para Florida, llegando a un puesto callejero que vendía relojes lo oye hablar y lo reconoce por la voz.

Lo primero que le dijo fue algo que el doctor detestaba "Yo tengo todos tus casetes", le aseguró. Todo el mundo le decía lo mismo (y si tenían 2 o 3 era mucho) . "¿Cuántos tenés?" le preguntó. "Casi 70", le dijo. Pero su interlocutor todavía no le creía. Hasta que le aseguró que incluso contaba con una grabación que le hicieron a escondidas, donde contaba anécdotas como cuando conoció a Antonio Gasalla. Y ahí sí. Ese mismo fin de semana, invitado por él, fue a verlo a un pub llamado Gitana. Lo filmó, le compartió esa filmación y se animó a invitarlo a comer. Descubrió así que la casualidad quiso que la casa de su ídolo estuviese situada a solo una cuadra de la suya, por la misma calle, ahí en Ramos Mejía. Y no fue la única casualidad, ya que después descubrió que el fan club se reunía en Julián Álvarez y Soler, en Palermo. Donde Roberto antes vivía. El destino tendría que juntarlos, tarde o temprano. Y así fue.

Por esos entonces el gran Julio aun no era tan grande. Poca gente asistía a sus presentaciones en Oliverio del Hotel Bauen.

Llegaba el cumpleaños del artista. Se animó entonces a hablar con ese manager para proponerle algo más ambicioso. Pero no sin sustento. La motivación por ayudar lo llevó a improvisar una estrategia marketinera que fue un éxito: reemplazaron los (caros) avisos en Clarín por volantes repartidos en lugares estratégicos donde era más probable que los fans de Tangalanga estuviesen dando vueltas: ámbitos más under, como ciertas esquinas de la ciudad y el propio Parque Rivadavia. Además, a cada asistente se le regalaría un casete autografiado. Se vendieron 480 entradas para el evento. Los dueños del lugar se vieron sorprendidos y tuvieron que sumar asientos hasta en la escalera . Incluso Daniel Malnatti acudió a la cita para hacer un reportaje para el programa "Caiga quien caiga". Pero la suerte quiso que justo esa noche el doctor no embocase muchas llamadas, cosa que igual era probable que sucediese ya que no era tarea fácil; como sucede en todos los órdenes de la vida, es improbable alcanzar el éxito a la primera (quizás de 500 intentos pegaban bien solo 10). A pesar de eso nadie puede negar que el éxito fue rotundo, a nivel concurrencia. A partir de ahí Roberto se convirtió en su manager.

Igual seguía siendo tarea complicada conseguir buenos lugares. Recuerda que fueron al Paseo La Plaza, y que prácticamente los sacaron a patadas. "No!! Tangalanga no" les habían dicho...

Por suerte The Cavern le abrió sus puertas y ahí hizo muchísimos shows a sala llena, llegando a ganar el premio al mejor espectáculo del año. Para el cumpleaños 90 del doctor el flaco Spinetta (confeso fan) le consigue La Trastienda. Quedará en los registros que supo realizar 22 presentaciones a sala llena, sin publicidad. Y que llegaría hasta los 95 ahí arriba del escenario.


Anécdotas

Durante todos esos años compartidos hubo muchas. ¿Cuántas? Confeccionó un listado con 210.

Si se le pide que cuente alguna, la primera que siempre le viene a la cabeza es del día que iban a firmar un contrato con American Recording. Recuerda que salía de trabajar en Pami a las 4 de la tarde, y la oficina de esa gente cerraba a las 5. Llegaban con lo justo. Pero en esa época no había GPS y no conocían bien el lugar. Pasearon con su representado un buen rato, preguntando a la gente por la calle Corvalán y dando vueltas porque los mandaban a cualquier lado. Al último que abordaron, ya siendo casi la hora, cuando dio la información Julio le espetó: "Júremelo!!"

Como se ve, las anécdotas más significativas no giran en torno a sus famosas llamadas sino a cosas simples del día a día. Anécdotas inocentes, carentes de malas palabras o insultos. Porque Julio no era guarango en la vida real. Solo cuando vestía el traje de su personaje. Y siempre trataba de tomarse todo con humor. Había llegado a la sabia conclusión de que la vida era demasiado corta como para pasársela uno haciéndose mala sangre por nimiedades, o por cosas que no se podrían cambiar.


La persona detrás del personaje

Como ya fue mencionado, y contrariamente a lo que la mayoría podría suponer, Julio nunca decía malas palabras. Solo cuando actuaba. Esa "mayoría" era la mayoría que no lo conoció en realidad;  un grupo dentro del cual cosechaba amores y odios. Estaban los que nos divertíamos oyendo sus llamadas y los que lo aborrecían por pensar que era un maleducado que se dedicaba a molestar por puro sadismo. Nada más alejado de la realidad. Quienes sí tuvieron la suerte de conocerlo sabían que era un gran ser humano. Quizás mucho mas grande que varios dentro de esa comunidad que lo condenaba emitiendo juicios apresurados. 

Si nos centramos en lo que todos sabíamos que el hacía, cabe destacar que valiéndose del humor sacó a mucha gente de la depresión. E incluso varios le escribieron agradeciéndole por haberlos rescatado de las garras del suicidio. La carta que mas lo conmovió vino de España. Un señor le escribió "Acabo de perder a mi hijo recién nacido. Un amigo me acerco sus casetes. Gracias por hacerme reír mientras me duele el alma." 

Hacía mucha obra de beneficencia. Casi 40 años fue jefe de la cooperadora del hospital Ramos Mejía. Se peleaba con quien hubiese que pelarse para conseguir lo que fuese para el hospital. Fue presidente de la Fundación de Investigación Hematológica. Ha pasado fines de año acompañando a los enfermos. Creo un hogar para chicos en Ezeiza...

Toda esa obra no se la conoció y mucha gente se queda con lo que interpretaba a simple vista. Que era mal tipo, incluso homofóbico. Nada más alejado de la realidad. Reiteramos: ese era su personaje. Se trataba de bromas. Recuerda Roberto que a veces le llevaban cosas personales para gastar a alguna eventual víctima, pero el no se enganchaba en esa. No era lo suyo meterse con defectos físicos o problemas graves de la gente.


Los últimos años

Generalmente cuando una persona llega a los 80 piensa en ya retirarse de manera definitiva de su actividad (si es que no lo ha hecho antes) y estar tranquilo en casa. Con el fue todo lo contrario. Tangalanga explotó a los 80.

Triunfó en el exterior. Fueron a México 2 veces, 3 a Chile y 5 a Uruguay, donde llegaron a meter 1000 personas en el Teatro Metro (y quedando muchas afuera). Siempre de la mano de Roberto, que fue su productor de sus Cds (30 en total) y el único DVD que se filmo.

Su último y mejor manager confiesa que soñó también con una película y con la estrella en la calle Corrientes. El primer proyecto casi lo alcanza: el largometraje ya estaba, pero justo se pelearon los 2 principales responsables de la filmadora. Para colmo a Campi, que era el actor que lo iba a interpretar, le salieron otras propuestas a las que decidió priorizar.

Pero sí pudo darse el gusto de editar un libro de 180 páginas con Planeta, contando esa historia de vida que quería contar. La única contra que recuerda fue que la editorial les exigió tener el material listo en 30 días, así que fue medio armarlo a las apuradas. Y por eso muchas de esas anécdotas que atesora no aparecen volcadas ahí.

Uno de los tantos shows, a sala llena
Uno de los tantos shows, a sala llena

Recuerda también que a los 91 lo invitaron para la inauguración de La Trastienda en Uruguay, pero ya su familia no quería que se lo exigiese. Así que no participó. Y con esa buena intención, en ese afán de pretender cuidarlo ven que empieza a venirse abajo a nivel salud. Lo curioso es que se hacía estudios y daban todos bien. Entonces Roberto le propone a la hija llevar un psicólogo. Le dan el ok, y el profesional llega a la conclusión sospechada :"LE FALTA TANGALANGA. Subilo a un escenario y fijate", 

Le armaron un show acá en Buenos Aires. Y Julio resucitó.  A partir de ahí siguió 3 años mas haciendo su show. 

"Tangalanga me cambió la vida", solía admitir él. Y fue así, a pesar de que plata no empezó a ver sino recién cuando arrancó en La Trastienda. Pero el estaba contento. A fin de cuentas, más importante que el dinero siempre ha sido y será la realización personal. 

Más sobre el Doctor, en su web oficial: https://www.doctortangalanga.com/